Todo crítico que esté haciendo su trabajo con atención te dirá lo mismo sobre Una Batalla Tras Otra. El épico furioso, hilarante y ambicioso de Paul Thomas Anderson es la primera película contemporánea del cineasta, responsable por Sangre Negra y El Maestro, entre otros, desde Borrachos de Amor allá por 2002. Allí, había una película movida por un entendimiento único del actor elegido por PTA para su versión de una comedia romántica atemporal. Aquí, hay algo anunciado con urgencia. Un documento vivo y palpitante, con un enfoque inconfundible en el aquí y ahora. El tipo de cosa capaz de definir un siglo.
Desde el primer plano – cuando Perfidia (Teyana Taylor) examina un campo de detención de inmigrantes en Los Ángeles mientras el sol se pone – en adelante, Una Batalla Tras Otra parece haber sido generada instantáneamente, pero no porque suene como un producto genérico hecho sin alma por una inteligencia artificial, sino porque transporta a la pantalla la energía nerviosa con la que vivimos diariamente; una mezcla de cansancio y ansiedad que surge de existir, exactamente como sugiere el título, en un estado constante de luchas. La elección de saltar hacia el presente le da al film un qué de curiosidad cuando hablamos del director. ¿Por qué este recorte? ¿Por qué esta película? ¿Será esta una respuesta del director a las dudas sobre su capacidad de lidiar con la era de internet, o PTA habrá sentido la necesidad de enfrentar el momento actual por alguna otra razón?
Después de todo, Una Batalla Tras Otra está inspirada en Vineland, la densa y loca obra de Thomas Pynchon que retrata a los EE.UU. en la era de Reagan como un ambiente movido por la televisión, las drogas y los remanentes del movimiento hippie. Menos una adaptación y más una nueva interpretación de cuáles son los campos de batalla del país hoy en día (inmigración, policía y, bueno, drogas), la película toma la decisión más que consciente de transportar los elementos de aquella narrativa al escenario más que turbulento de la política en el Siglo 21.
Es claro que hay carga política en otras películas de Paul Thomas Anderson. En especial su dúo de obras maestras sobre momentos clave de los EE.UU. en el Siglo 20, ambos citados en el primer párrafo de este texto, el director muestra cómo hombres avaros (en Sangre Negra), manipuladores (en El Maestro) y egocéntricos (en ambos) dirigieron la existencia de aquella tierra. Este tema, sin embargo, nunca estuvo tan expuesto en la carrera del cineasta como aquí. Si aquellos parecían exorcizar su ira, este muestra que el sentimiento ha regresado con todo, sugiriendo que los años 2020 son, para él, tan esenciales como el descubrimiento del petróleo o la búsqueda de significado tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras palabras como “republicano” y “demócrata” jamás son pronunciadas, la fuerza que subraya cada instante de Una Batalla viene de una frustración visible con los dilemas modernos, y una preocupación aún mayor por lo que viene después.
Este cotidiano en apuros, sin embargo, es algo que Perfidia, en lo más íntimo de sí misma, disfruta. Ella siente un placer (a veces literal) de estar en las trincheras, haciendo explotar bancos y desafiando al sistema, tanto que es difícil decir si ella descubrió esto después de alistarse en la causa del grupo revolucionario French 75, o si ella simplemente adoptó esos ideales porque le brindaban espacio para esa cercanía al peligro. No hay dudas de que ella cree en lo que defiende, pero ese deseo por el riesgo – algo que frecuentemente la convierte en un arma poderosa para la revolución – es también lo que la hace tan peligrosa para aquellos a su alrededor, en especial su amado "Ghetto" Pat “Rocket Man”, un especialista en detonaciones interpretado de manera cómicamente vulnerable por Leonardo DiCaprio.
La vida de Pat y Perfidia es, apropiadamente, una bomba en cuenta regresiva, y el cronómetro parece llegar a cero cuando los dos tienen una hija y la mujer pone sus instintos más peligrosos por delante del cuidado con la niña. No vamos a entrar en detalles de la trama, pero es justo decir que, 16 años después del nacimiento de aquella niña, Perfidia ya no está, y Pat necesita cuidar de la ahora adolescente Willa (Chase Infiniti) solo, una tarea que solo empeora después de que el Coronel Steven J. Lockjaw (Sean Penn) pone a la familia en la mira.
Esto da lugar a una película de persecución con aroma de western, forma de thriller político y sabor de acción, con escenas que incluyen al menos una referencia explícita a Tom Cruise, además de un clímax que transforma – casi literalmente – el desierto californiano en una montaña rusa de tensión creciente. Para algo que bulle con ideas densas durante sus casi tres horas de duración, Una Batalla Tras Otra es milagrosamente fácil de digerir, en gran parte debido a la vena cómica encarnada por DiCaprio, firme y fuerte en su misión de vivir patanes sucios que representan la antítesis de su estatus de galán. Cuando reencontramos a Pat, la marihuana y el alcohol han frito su cerebro al punto de que olvida contraseñas que pueden identificarlo como un miembro de la resistencia, un problema grave dada su necesidad de ayuda para sobrevivir al ataque de Lockjaw a la ciudad de Baktan Cross, donde se esconde con Willa.
Este aire jocoso es esencial para equilibrar los lados de la película. No hay dudas de quiénes son los villanos de la historia, y por cada caricatura traída a la vida por DiCaprio, Sean Penn tiene una aún más exagerada en la manga. Hasta la forma en que él camina es una (genial) broma. Pero el enfoque de Anderson con los revolucionarios es justo lo que impide que Una Batalla Tras Otra adquiera tonos pedantes. No es que el director esté burlándose de quienes se atreven a resistir – el “sensei” interpretado por Benicio del Toro en un zen aparentemente imposible es tranquilamente el personaje más competente de toda la obra – pero no sacrificar el éxito de la película como arte para alcanzar una declaración cómoda hace que cualquier discurso presente aquí sea entregado de manera genuina y, para algo lleno de sarcasmo, con poderosa honestidad.
De estos Temas con T mayúscula, ninguno es mayor que un diagnóstico desafortunadamente correcto del mundo post-Industrial que Anderson ha estado trabajando en toda su filmografía. Una Batalla Tras Otra es la representación audiovisual frenética de la conclusión estampada en su propio título, una externalización de la conciencia de que los desafíos de la vida – singular o colectiva – no cesan, y nada representa eso mejor que Willa. Desde la ira tranquila que permea los ojos de Infiniti a la naturalidad casi genética con la cual la hija de Perfidia maneja armas de fuego, ella parece haber sido forjada por generación tras generación de conflicto.
No es de extrañar, entonces, que Una Batalla Tras Otra escenifique sus ciclos de caos con un motivador hasta que simple de un padre y una hija intentando reunirse. Gran parte de la película se preocupa por Pat y Willa luchando para no ser separados. Ese contraste, entre el alcance grandioso y la amenaza personal, otorga a la película un corazón humano al cual podemos apegarnos en medio del caos, y valora la lucha por el futuro. Para Paul Thomas Anderson, cualquier resto de esperanza – no para un mundo sin sufrimiento, y saber que nuestros hijos sufrirán es aterrador, pero para uno que aún tiene posibilidades – está en la próxima generación; o mejor dicho, en la próxima batalla.
Año: 2025
País / Nación: EUA
Classificação: 16 Años
Duración: 170 min
Dirección: Paul Thomas Anderson
Argumento: Paul Thomas Anderson
Elenco: Benicio del Toro, Chase Infiniti, Teyana Taylor, Sean Penn, Leonardo DiCaprio, Regina Hall