El estreno de Welcome to Derry ha dejado a los espectadores paralizados. No solo por la aparición del mal ancestral que acecha a la ciudad de Maine, sino por la osadía narrativa de sus creadores, Jason Fuchs y Brad Caleb Kane, quienes decidieron eliminar en el primer episodio a tres personajes que el público creyó que serían los protagonistas. La brutal muerte de Phil, Suzy y Teddy, en un cine convertido en escenario de pesadilla, no solo impacta por su violencia visual, sino por lo que representa: una advertencia de que, en Derry, nadie está a salvo.
Este movimiento, según Fuchs, fue un gesto consciente de desafío. En sus palabras, querían que el público “sintiera que las reglas han cambiado” (vía). Su intención era recuperar el miedo auténtico, aquel que nace de no saber quién sobrevivirá. La escena, que termina con Lilly cubierta de sangre sosteniendo el brazo amputado de su hermana, no solo es un golpe emocional: es un manifiesto estético.
Fuchs lo explicó con claridad: “Si me horrorizaba lo que estábamos haciendo, sabía que era la decisión correcta”. Ese sentimiento resume la esencia del terror contemporáneo que Welcome to Derry quiere explorar: no el miedo a morir, sino el miedo a que no haya reglas que nos protejan.
El co-creador Brad Caleb Kane comparó la decisión con “quitarle el suelo al espectador”. En un panorama saturado por series donde los héroes jóvenes suelen estar protegidos por el llamado plot armor —como ocurre en Stranger Things o Locke & Key—, Welcome to Derry opta por destruir esa seguridad desde el primer minuto. La serie convierte la vulnerabilidad en su motor narrativo.
Andy Muschietti, productor y co-creador del universo de IT, apoyó plenamente esta visión. Para él, la decisión no fue un simple truco de guion, sino un gesto que honra la naturaleza de la obra de Stephen King, donde el horror surge del desamparo humano ante el mal. En este sentido, Welcome to Derry no busca continuar la historia de IT, sino reabrir su herida más profunda: la imposibilidad de escapar del ciclo del miedo.
El terror, aquí, no se mide por los sustos, sino por la imprevisibilidad. Cada personaje está expuesto, cada escena puede ser la última. De esta manera, el espectador se convierte en víctima del mismo juego psicológico que la serie propone: la ansiedad constante de no poder anticipar quién morirá o sobrevivirá.